Por Arturo Volantines
Cheo González fue un ser humano esencial de la cultura de nuestra región de los últimos lustros del siglo pasado y del presente. Hablar con él era abrir un libro, donde estaba la bitácora de muchísimos hechos importantes de la historia local e, incluso, de diversos asuntos cotidianos de la vida serenense. Poetas e historiadores lo teníamos de consulta permanente. Cheo González estaba siempre disponible, para responder a inquietudes históricas y políticas, y referencias sobre grandes personajes que nacieron, que habitaron y que pasaron por La Serena.
Era hijo del alcalde de La Serena del mismo nombre de los años ’40 y de doña Javiera Herrera. En sus distintas responsabilidades profesionales recorrió exhaustivamente las regiones de Atacama y Coquimbo, aportando magníficamente a la salud, al bienestar y al progresismo de estas regiones. Vio tempranamente, igual que Gabriela Mistral, las tremendas miserias, sufrimientos y sacrificios de nuestra gente. Esto le hizo tener un profundo compromiso social, que mantuvo inalterable hasta sus últimos días: comprometido con los cambios sociales y perfeccionamiento de la sociedad, que sentía que caminaba lenta al encuentro de mayor equidad y descentralización. Fue militante de un encomiable espíritu, que lo hacía destacarse y ser muy querido por la comunidad. Fue activo dirigente de la CUT.
Sobrevivió milagrosamente a la “Caravana de la Muerte”. Fue un testimonio palmario de lo que sufrieron muchos de sus compañeros, que fueron detenidos en la noche oscura de Chile. Siempre estuvo comprometido con los Derechos Humanos, con la búsqueda de los detenidos-desaparecidos, y fue consuelo y estímulo para los familiares de las víctimas de la dictadura. Arriesgó su vida sucesivamente, en las distintas tareas para recuperar la democracia. No descansó nunca respecto a que Chile volviera a ser un país de ancha justicia y fraternidad. También, colaboró con las instituciones culturales; siempre estuvo presente en los eventos que significaba promover el libro, la lectura, la cultura y los valores de la asociatividad y del arte.
Recuperada la frágil democracia, me tocó acompañarlo en su candidatura a Senador. Visitamos muchos pueblos, y vi con qué cariño era recibido, especialmente, por los más humildes. Él practicaba una cercanía muy fuerte con la gente; hacía suyo los problemas de los más humildes y proponía cómo sacarlos adelante. Tenía claro, la tremenda inequidad de Chile, del abandono de los sectores poblacionales, la carencia de centros deportivos y culturales, y de la necesidad de hacer un profundo cambio en el país, para que los sectores históricamente dejados de la mano de Dios tuvieran una oportunidad de vivir más dignamente, especialmente en el ámbito de la salud y de la educación.
Tenía un gran dominio de los temas de la salud; conocía de cerca —por su propia familia y por su profesión—, las tremendas carencias e inseguridades que tenían las labores de los mineros. Fue un luchador tenaz, para que la riqueza del país alcanzará a los sectores más necesitados. Esto fue su compromiso de vida.
Juan Eliseo Cheo González, tal como los grandes patriarcas de la región de Coquimbo, fue un luchador para que se produjeran los cambios y, específicamente, en los últimos tiempos, para recuperar la democracia. Su vida fue bandera y símbolo de las tareas, para mejorar la vida humana; fue un gran amigo con el cual se podía compartir un café, una anécdota de viejos tiempos y de hechos legendarios de nuestro Norte Infinito y de una palabra de aliento si la pena garuaba.
La vida de Juan Eliseo Cheo González fue como un árbol junto a una fuente; porque legó familia, amigos y compañeros. Sobre todo, fue ejemplo magnífico del hombre sencillo que tiene una misión, para vencer los horrores del mundo.
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