Johana Pizarro Pizarro tiene 34 años, es salamanquina, madre de Franco y Mayte, se atrevió a iniciar su experiencia en un camión de extracción (CAEX) de Minera Los Pelambres con apenas 22 años. ¿Su motivación? Encontrar la estabilidad laboral que le permitiera entregar una mejor calidad de vida a su familia.
Trabajó como mucama para la empresa Sodexo, como temporera en tiempos de cosecha de uva y hasta como guardia de seguridad en la entonces agrícola Mercedario de Panguesillo, misma localidad desde donde hoy recuerda sus primeras incursiones en el mundo laboral.
“Al principio iba a cortar uva, donde principalmente tenías que irlas depositando y acumulando para luego entregarlas a la agrícola. Después conseguí ahí mismo un trabajo como guardia, donde me dieron la labor de supervisar el control y salida del personal y el cuidado general de las instalaciones. Fueron parte de las primeras experiencias de trabajo que tuve después de dedicarme a tiempo completo al embarazo y crianza de mi primer hijo, que llegó a mi vida meses después de terminar mi enseñanza media en el Liceo C-16”, cuenta Johana.
Sobre el inicio de su experiencia para llegar a operar un CAEX, comenta que “en las calles vi un par de afiches sobre esta opción de entrar a Minera Los Pelambres. No me llamó mucho la atención porque no tenía una información muy detallada sobre la función en particular que se iba a desempeñar. Tampoco sabía si podían ingresar mujeres. Entonces fue mi tía (Nora) quien en ese entonces trabaja en la Municipalidad y era parte del equipo que recibía la documentación de los postulantes, quien me impulsó a atreverme”, recuerda.
En su vida han existido tres mujeres con un protagonismo superlativo. Su tía, su madre y su abuela. Su madre, Virginia, además de ser un pilar clave en las labores de cuidado de sus hijos, fue la primera que le contó sobre estos equipos. “Me acuerdo de que participó en una de estas visitas que hizo la comunidad a la mina, entonces ahí tuvo la oportunidad de conocer los CAEX”, comenta, para luego hace énfasis en que fue su abuela Lucila la más entusiasmada con la noticia de verla tomar el volante de un camión.
“Era la más entusiasmada con verme ahí. Y siempre hablo de ella, porque me hacía sentir mucho orgullo de este nuevo camino que iba a tomar, muy distinto por cierto a lo que venía haciendo. Es algo que me emociona mucho, y más allá de haberla perdido, al igual que a mi tía, sé que siempre va conmigo”, expresa Johana, asegurando que “si bien no alcanzó a verme operando sin la compañía de un instructor, es mi ángel desde hace más de 12 años, así que jamás voy sola arriba del CAEX”.
Así como ella se abrió camino en una labor hasta entonces “para hombres”, está convencida de que cualquiera que se proponga hacerlo lo va a lograr. “No es difícil, se trata de tener ganas de aprender, ganas de hacerlo bien, y con eso tengan más por seguro que lo lograrán”, afirma como una forma de impulsar a más mujeres del Choapa a sumarse a esta actividad.
Lejos de conformarse con lo alcanzado, Johana ahora iniciará un proceso de formación para ser una de las primeras mujeres en operar perforadoras, algo que buscaba alcanzar desde un inicio, desde sus primeros recorridos por la mina de Los Pelambres.
“Siempre fue mi meta y me decía continuamente que quería llegar ahí. Por eso creo que este es mi mejor año, porque después de todo este tiempo al fin voy a cumplir lo que más quiero, al fin voy a estar donde quise estar”, afirma Johana.
Los próximos meses de formación serán clave para cumplir la meta de ser perforista, pero los nervios no son parte del viaje, menos si sabe que su historia a bordo de los inmensos equipos mineros seguirá siendo acompañada por sus hijos, su madre y sus ángeles en el cielo.
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